Reportajes

RECONOCIMIENTO DE LA ACT A LOLO

Manuel Gutierrz Bengoechea, "Lolo"
Nacido en: SANTOÑA 18-07-1960
Temporada Club
2011 Camargo
2010 Camargo
2009 Arkote
2008 Laredo
2007 Laredo
2006 Laredo
2005 Laredo
2004 Castro
2003 Castro
2002 Santander
2001 Santander
2000 Santander
1999 Santander
1998 Colindres
1997 SANTOÑA
1996 SANTOÑA
1995 SANTOÑA
1994 SANTOÑA
1993 SANTOÑA
1992 SANTOÑA
1991 SANTOÑA
1990 SANTOÑA
1989 SANTOÑA
1988 SANTOÑA
1987 SANTOÑA
1986 SANTOÑA
1985 SANTOÑA
1984 SANTOÑA
1983 SANTOÑA
1982 SANTOÑA
1981 SANTOÑA
1980 SANTOÑA
1979 SANTOÑA
1978 SANTOÑA
1977 SANTOÑA
1976 SANTOÑA
1975 SANTOÑA
1974 SANTOÑA
1973 SANTOÑA

Reportaje aparecido en www.delaredulin.com:

Reconocimiento a un remero irrepetible

Un galardón más que merecido que la Asociación de Clubes de Traineras tuvo a bien conceder a quien, a sus 51 años, retornará en esta campaña a la élite del remo del banco fijo tras contribuir el pasado verano al ascenso de su equipo tras una brillante campaña.

DELAREDULIN - La gala de presentación de la temporada 2011 de la Liga ACT de remo deparó uno de esos momentos capaces de poner en pie al más distinguido auditorio. Ocurrió el pasado sábado en el Palacio de Festivales de Santander. Sobre el escenario, los racinguistas Pedro Munitis y Pablo Pinillos aguardaban a que el presentador resolviera el enigma del ganador del Premio al Mérito Deportivo. Sentado entre el público junto a sus compañeros de bancada en Camargo, quien segundos después sería el gran protagonista de la jornada, ignoraba la que se le venía encima.

Y es que a Manuel Gutiérrez Bengoechea, “Lolo” (Santoña, 1960) le pilló tan de sorpresa el homenaje que confiesa que “me temblaban las piernas mientras subía a por el trofeo. Pensé que me iba a caer en cada paso que daba”, recuerda aún emocionado. En medio de una estruendosa ovación los futbolistas se fundieron con él en un abrazo y depositaron en sus manos un pesado trofeo, que recrea en bronce “un remo de banco fijo”, explica, divertido al evocar aquellos tensos momentos.

Un galardón más que merecido que la Asociación de Clubes de Traineras tuvo a bien conceder a quien, a sus 51 años, retornará en esta campaña a la élite del remo del banco fijo tras contribuir el pasado verano al ascenso de su equipo tras una brillante campaña.

Lejos queda aquél 1973 que supuso su primera toma de contacto con un deporte del que ha hecho todo un estilo de vida. Como cualquier otro día, aquél muchacho de apenas doce años se disponía a pasear por el entorno del Pasaje santoñés, lugar preferente de esparcimiento para los pequeños de la villa marinera. Por allí se acercó un “dos con” en el que remaba un primo suyo y al que le hacía falta un patrón. Y así, vestido de calle, se convirtió en timonel de aquella embarcación con la que comenzó su romance con una modalidad deportiva que derrocha a partes iguales belleza y dureza.

En Santoña estuvo durante veintiuna temporadas ininterrumpidas. Y allí comenzó a dar muestras de que lo suyo era mucho más que la simple afición por hacer deporte. Por aquella época, los chavales sólo accedían al banco móvil, pues se entendía que el banco fijo era de extrema dureza y no existían categorías inferiores.

“Maneras yo creo que no he tenido nunca”, responde entre sonrisas a la pregunta de si vio que tenía condiciones excepcionales para este deporte. Y apostilla. “me gustó, seguí, siempre encontraba una satisfacción al entrenamiento, a lo que hacía”. Con esa misma naturalidad trata de explicar de dónde viene su motivación para estar 38 temporadas al pie del cañón. “En el remo disfruto. Cada vez que te impulsas en una palada, y ves el efecto de esa palada de espuma blanca y de desplazamiento, sientes que eso te llena. Es como cuando juegas al fútbol. Cada vez que tocas el balón, te sientes realizado. Yo me siento satisfecho cada vez que doy una palada”.

Así, palada a palada, se vio inmerso en un mundo sin el que su vida sería imposible de entender en su integridad. Y es que hablamos del remo, un deporte que exige dedicación once meses al año, seis días por semana, con los fines de semana incluidos en la ''condena''. Un sacrificio que aún salpica de lleno a los suyos, que han visto cómo el ritmo familiar siempre ha estado condicionado por entrenamientos y competición. ''Han pagado un alto precio'' reconoce refiriéndose a su mujer y a sus dos hijos.

Camino del millón de kilómetros al volante

Súmese a todo ello la auténtica locura en la que se vio inmerso desde que en el año 86 sacó la plaza de funcionario y comenzó a viajar de destino en destino por toda la península. Si hasta entonces había podido amoldarse a su ''vicio'' con trabajos eventuales al lado de casa, aquello comenzaba a resultar imposible.

“Yo entraba a trabajar un 21 de mayo en San Sebastián” –recuerda- “y el fin de semana de 24 y 25 fuimos a un campeonato de España de bateles, que ganamos. Fue mi primer título. Eran los frutos de un trabajo iniciado años atrás. El mismo día 25 comuniqué al club que no iba a poder seguir. Mis compañeros objetaron que no lo podía dejar ahora que teníamos un equipo. Me animaron a continuar y me ofrecieron que viniese a entrenar cuando pudiera, que me pagaban los gastos de desplazamiento. Cuatro días en San Sebastián y tres de descanso, venía a entrenar y me marchaba. Incluso viajando por la tarde cuando trabajaba de mañana”.

Aquellos trayectos hasta la Bella Easo se quedaron en anécdota en comparación a los 297 kilómetros en los que se halló su siguiente destino: Soria. Y tampoco ahí pudo dejar atrás al remo: “Ocurría que los cambios de destino siempre se daban con la temporada ya lanzada. A Soria marché el 24 de junio, el día de San Juan. Y tenía que acabar la temporada. Luego el invierno es más tranquilo, arrancas la siguiente campaña y claro, te ves inmerso en otra temporada y sigues”. Lógica aplastante que explica por qué tampoco lograron apartarle del remo los 730 kilómetros de distancia a Jaén, donde recaló en el 91; o la estancia en el año 2000 en Ceuta.

Sin darle mayor importancia, su relato comienza a desmenuzar una auténtica odisea en la que conducía del entrenamiento en Santoña hasta tierras castellanas o andaluzas, para hacer el servicio y regresar si había competición. Y repetir el trayecto de vuelta al trabajo nada más terminar la regata. De aquel increíble ajetreo los mejores testigos son los cuentakilómetros de sus coches. Un Seat 127 al que hizo 70.000 kilómetros; un Opel Kadett al que fundió con 420.000 kilómetros; y su actual Renault, que va por los 360.000 kilómetros. Ello sin contar aquellos vehículos de transición a los que hubo de recurrir ante las averías; y sin sumar las horas al volante como miembro de expedición en clubes como Laredo, con viajes a Galicia llevando la trainera incluidos.

Por supuesto, para que todo encajara, tocaba agrupar jornadas de trabajo y sacrificar vacaciones para estar en forma en las competiciones. Eso y el respeto de las lesiones le procuraron una continuidad que es una de las claves de que, aún hoy, siga al pie del cañón con la misma ilusión de siempre.

Cada embarcación, una clave

Tras curtirse en el banco móvil durante siete temporadas, en el 80-81 por fin llegó su estreno en el banco fijo, a bordo de un batel. “Fue un comienzo difícil, porque tienes que adaptarte a la remada, a la embarcación, nos pasamos años adaptándonos y aprendiendo”. Todo ello sin descuidar el banco móvil, que en Santoña siempre ha sido una institución. “En el 87 logramos el Campeonato de España de bateles y el Campeonato de España de ochos, lo cual era un resultado espectacular. De los ocho, siete éramos de Santoña, el otro era el entrenador, José Antonio Montosa. Fue un triunfo que dio idea del potencial de aquel equipo. Pero ello no se reflejó en la trainera porque a algunos no les gustaba compatibilizarlo. Les gustaba más ir a Mundiales, estar en la selección con el banco móvil”.

Habiendo pasado por todo tipo de bancadas, Lolo desglosa las características de cada una. “El skiff me aporta independencia a la hora de entrenar. Coges el barco, el horario que te viene bien”. Siguiendo en banco móvil, pasamos al ocho: “Significa poder, fuerza del club. Coger ocho miembros de un club hacerles navegar y ver que todo anda bien, es poder. Cuando quedamos campeones de España del ocho, en el País Vasco los veteranos de Orio, Pasajes, decían: “ojo este año a Santoña en la Concha”. Era la base de la trainera. Pero -para fortuna de sus rivales- en el banco fijo no desarrollamos todo, porque había componentes que no estaban por la labor”.

Y saltamos al fijo. El batel. “barco bonito para disfrutar, para aprender. Incluso para los senior, siempre aprendes técnica, se aprende a conocer el deslizamiento sobre el agua a un máximo rendimiento con el esfuerzo que aplicas”. Turno para la trainerilla: “es un barco muy exigente físicamente, al ser un barco intermedio en longitud y en integrantes entre el batel y la trainera, tiene la calidad técnica y exigencia del batel, y la exigencia física de la trainera: aquí hay que ir a un ritmo físico elevado, sostenido en el tiempo”.

Toca hablar de la trainera: “Aquí el secreto está en encontrar el punto en el que todos se integren en la misma remada, y que funcione. Al ser tantos en un mismo impulso, la clave es que todos se metan en esa dinámica, y que salga. Hay grandes equipos de remeros que forman una trainera que no desarrollan lo que tienen. Y otros que sin ser tan grandes remeros en potencial físico, hacen andar mucho a la trainera, gracias a ese acoplamiento”.

Control mental de la regata

Claro que si algo sorprende al hablar con Lolo de remo, es cómo sabe leer cada ola, cada palada, cada oscilación en el barco. Como si llevara el ordenador de a bordo en su cerebro. “Todo es experiencia y tiempo”, se excusa. “Antes no había los medios de ahora, como el GPS, que te da todo tipo de referencias, ritmo, paladas... Antes no existía eso, ni siquiera tenías distancias fiables. Todo era entrenamiento de larga distancia. Y el cálculo lo hacíamos a paladas. Cuando ibas a un campo de regatas en el que estaba marcado, sabías que 500 metros eran 60 paladas; 30 paladas eran 250 metros; si tenías series de 1.000 metros, sabías que eran 120 paladas. Tenías que ir contando todas las paladas. En series de 4 kilómetros tenías que dar 480 paladas. Y muchos en el banco móvil íbamos contando paladas. Eso te aporta relación ritmo, tiempo, y distancia, más dosificación. No necesitabas un reloj. Ibas haciendo cálculos. Es algo que llevas”.

Y aún sigue ese método. “Yo ha habido regatas en traineras que sales, mecánicamente vas contando, te vas dosificando, y cuando llegas a la ciaboga, dices a los compañeros: ¡llevamos buen tiempo ¡ (grita). Y, efectivamente, luego llegas a tierra, ves los tiempos del primer largo y compruebas que tenías razón. Estás haciendo series y sabes las paladas”.

Trucos de veterano que también salen a relucir cuando le pedimos algún consejo para los que empiezan en este deporte. Mi lema es que “los buenos nunca son tan buenos, y los malos no son tan malos”. Y desarrolla la idea: “Cuando se hace la tripulación y hay gente que se queda fuera, parece venirse abajo. Luego, esa gente entra en la bancada, y el barco responde también con ellos”. La motivación es clave: “Depende mucho de uno mismo. Todos somos válidos. Y eso es lo que te hace empujar cuando estás arriba, para mantenerte, y apretar cuando estás abajo, para llegar”.

Repaso club a club

Su trayectoria le ha llevado a recalar en muy diversos clubes. De todos guarda gratos recuerdos y en todos ha dejado su huella. Lo más difícil fue poner fin a dos décadas de satisfacciones en Santoña. Tanta lealtad sentía por su club que sumó dos temporadas en blanco, que aprovechó para hacer cicloturismo. Todo antes de competir contra sus antiguos colores. De aquella etapa en Santoña destaca la amistad, los compañeros, el trabajo y el esfuerzo. “Competitividad por ser el mejor entre nosotros, y los mejores hacia afuera”.

Uno de aquellos compañeros, Carlos Aparicio, le convenció en el 96 para recalar en Colindres, compartiendo ambos labor de entrenador y remero. Aquella etapa la recuerda con mucho cariño porque ya fue un éxito poder echar la trainera al agua. Por si fuera poco, en el 97 logaron la medalla de bronce en el regional de Traineras, por detrás de Santander y Pedreña, dejando por la popa a Astillero y Castro.

En el 98 llegó Korta a Castro y Luciano Moldova a Astillero, y el panorama del remo comenzó a cambiar. Esa temporada acabó el proyecto de Colindres, con la marcha de Aparicio a Santander. De nuevo su amigo le convenció para que echase una mano en la capital. Aunque no estaba muy por la labor, finalmente recaló en enero del 99 y allí siguió hasta el 2002. “Buena gente. Muy bien planificado, muy buena proyección, trabajando muy bien con la gente. Pero empezaron los fichajes, se “tocaba” a los remeros y se desestabiliza a los clubes modestos. El equipo se vino abajo", indica.

En el 2003 marchó a Castro, a la Marinera, que venía de ganar la concha del 2001 y 2002. “Fui a competir, por supuesto, pero también a aprender algo de remo del viejo Korta. Éramos 27 remeros y había que hacer descartes, hasta quedar en 20 remeros. Yo empiezo a entrenar. De Korta admiro que sabe del remo, que siente el barco”. Y surgen las anécdotas: “En el 2003 formé parte con él de la trainerilla que fue a los campeonatos de España a Gijón. Entre los dos sumábamos noventa y tantos años -se muere de risa- Fue muy anecdótico porque en la eliminatoria, cuando íbamos en el segundo largo se suspendió la regata porque un barco había hecho olas y había perjudicado a las tripulaciones. Korta decía: “cómo hacen esto, no aguanto una regata y me van a hacer remar una y media”. Al final, se trajeron una medalla de bronce “bastante disputada”, remacha Lolo.

En el 2003 se formó la ACT. Y Castro entró como primera tripulación cántabra. “Las expectativas de Castro eran muy altas, las pruebas físicas daban registros superiores a las de campañas anteriores, pero en el remo no todo son números, hay que demostrarlo en el agua. Se ganó la bandera de Pasajes, se batió el record del campo de regatas, pero no funcionamos. En el 2004 se repitió la historia. “Logré quedarme en el equipo, me afiancé en la titularidad, pero los resultados son iguales: resultados físicos muy buenos, pero en el agua no se iba”. Destaca la personalidad del entrenador: “Korta te presiona y te humilla y al tiempo te cuida, te mima y te alaba. Tiene la doble vertiente. Es lo que hay que aceptar. Cuando lo haces mal no puedes pretender que te alaben”. ¿Resumen de su etapa en Castro? “Gran club, gran directiva, muy gran afición, siempre apoyado por la directiva”.

Otra vez a cambiar de aires. “En el 2005 la directiva de Castro y Korta me dicen que no cuentan conmigo. Como quiero seguir remando me vengo a Laredo, donde vivo. El club está entrenando con intenciones de ir a una clasificatoria de Liga Vasca para coger el mayor número de regatas de buen nivel. Irrumpe una nueva directiva. Se hace un equipo para la clasificatoria de la Liga Vasca, se logra entrar y se empieza a competir en la tanda de honor, en el equivalente de la ARC1 actual. Se consiguieron segundos terceros y cuartos puestos, tras Zarauz y Zumaia, que ese mismo año logran su ascenso a la ACT”. Eso dio idea del potencial del equipo.

El buen papel de Laredo tuvo un fruto inesperado apenas meses después. “En el 2006, ante la no inscripción de Astillero en la ACT, Laredo ocupó su plaza como mejor trainera cántabra de la denominada Liga Vasca”. Un ascenso inesperado que dio paso a una temporada “muy dura, porque nos pilló a contrapié esta novedad. Salvamos la categoría en el play off, de nuevo con Carlos Aparicio como entrenador”.

La temporada del 2007 se planificó mejor, pero se hizo una plantilla muy numerosa. Antes de empezar la liga hubo un cambio de entrenador. Imanol Cascante dejó el puesto al asturiano Kike López. “Vino en un momento en que nuestro estado anímico era bajo, éramos pesimistas. Nos activó, nos animó, vimos unos primeros resultados positivos, y empezamos a funcionar. Fue una buena campaña. A punto estuvo la trainera de entrar en La Concha. Esa tripulación andaba muy bien y tenía nivel para entrar. Pero no basta con eso, hay que tener el día y no lo tuvimos. Hubo un ansia, una precipitación por estar ahí, y aunque en balizas exteriores estábamos entre los elegidos, volviendo a tierra, esa aceleración nos dejó fuera. Muchas veces no es querer ganar más, es no perder lo que ya teníamos. Nos quedamos con la miel en los labios”.

De aquella temporada salió muy tocado un club que se las vio y se las deseó para hacer frente a los requerimientos económicos de una Liga como la ACT. Y el 2008 tocó vivir un descenso, con tensiones internas que le dejan un recuerdo agridulce. "La etapa de Laredo fue ilusionante, esperanzadora, progresiva, pero se subió muy rápido basándose en la economía, y cuando esta falló, se vino todo abajo”, resume Lolo.

¿Algún consejo a futuro para este club? “Una vez que pongan en marcha el pabellón, hay que procurar que siempre esté abierto y que todo aquel interesado en remar tenga un sitio para poder hacerlo. Si mañana tienes un equipo para estar en élite, pues lo tienes. Pero sin hipotecar el club. Lo importante es tener abierto el pabellón. Si lo tienes cerrado, se olvida".

A la vista de que en Laredo no había perspectivas de salir al agua, algunos remeros del club recibieron una llamada del entrenador de Arkote, “Popi”, que tenía ante sí el reto de bogar en ACT al eludir el descenso ante la renuncia de Cabo da Cruz. Aquí, según Lolo, "se repite la historia: es un barco en el que vas quedando último en una liga de estrellas, de auténticas selecciones”. Y sale a relucir su condición de competidor nato. “Hay equipos obligados a ganar. Tú sabías que no tenías opciones de ganar. Pero peleabas por quedar cerca, por quedar anteúltimo, o si acabas el último, terminar al menor tiempo posible de los ganadores. La meta de los grandes es ganar. La de los pequeños, quedar a la menor distancia posible”. De aquella etapa en Arkote destaca la buena directiva de un club “en horas bajas por temas económicos. Buen trabajo de cantera, buenos compañeros, estuve muy a gusto”, recuerda.

Y por fin, el año pasado, en la temporada 2010, recaló en Camargo. “Me veía con posibilidades, quería seguir remando, busqué un club cerca y me ofrecí a Camargo, a cuyo entrenador, Pedro Gabancho, le conocía. Buscaban hacer un equipo competitivo para ARC1, buscando estar en la tanda de honor. Empezamos la liga y nos vimos ahí arriba, lo que aumentó la confianza. Estábamos en tanda de honor, comenzamos a ganar banderas. La Liga la tuvimos complicada porque, pese a ser los mejores, no tuvimos regularidad. Fuimos la tripulación que más banderas ganó, 6, por 4 de Santurce. En el play off de ascenso a la ACT la incógnita era Meira. Hicimos dos segundos puestos, detrás de Zumaia, y conseguimos subir a la ACT”.

Competitivo al máximo

Así asoma de cara a una liga ACT que está a punto de comenzar en aguas de Burdeos y donde Lolo aventura gran igualdad. Las últimas regatas entre tripulaciones cántabras de este pasado fin de semana han arrojado resultados esperanzadores, al estar muy cerca de los gallitos de la competición. Desde luego, en el caso de Lolo por ganas no va a ser. Su espíritu competitivo sale a relucir cuando le preguntamos en qué puesto se siente más cómodo: “En el de titular (sonríe). Estando en el barco, da igual, si hay un botijero que tiene que ir en el barco, también. Da igual, sea babor, estribor, en popa o en proa. Titular. Lo importante es ir”.

Animado a elegir una regata o un momento vivido en el remo, se niega: “Me quedo con la suma de todo. No me quedo con ninguno. Quedarme con un momento sería hipotecar el resto de momentos que he disfrutado. No tengo uno concreto. ¿Ese? ¿Por qué ese si este otro fue estupendo y aquel otro maravilloso?”.

¿Y el momento más ingrato? “El más ingrato del remo es que alguien se haya llevado un concepto equivocado de mí. Nunca he buscado animadversión ni enfado. He buscado competitividad, y dentro de ella, esa exigencia, igual mal interpretada por alguien. Para mí lo peor es que haya gente que deje de hablarte, que se haya enfadado. Que se haya sentido ofendida. Siempre he respetado a todo el mundo. Es un deporte tan duro, que el hecho de entrenar me merece el respeto de cualquiera. El hecho de empezar y acabar una temporada, siendo titular o suplente, merece el respeto”.

¿Qué te llevas del remo? "Muchas amistades. Con el homenaje del otro día mucha gente me ha llamado para darme la enhorabuena. Me quedo con una que me dijo uno: realmente hay gente que se lo merece y a ti te lo han dado; y hay a otros que se lo dan y no se lo merecen. Quiero pensar que la mayoría creen que lo merezco. Por lo demás, me he llevado cosas positivas de todas partes en las que he estado. Siempre he pretendido aportar trabajo, constancia y humildad. Llevarme bien con todos”.

Manuel Gutiérrez Bengoechea, “Lolo”. Un deportista de casta que aún tiene muchas paladas guardadas para seguir alimentado, desde la sencillez, la leyenda de un remero irrepetible. ¡Grande, Lolo!

Alguna foto de Lolo:

Premio entragado por la ACT
Campeón de España Bateles 1987
Campeón de España 8+ 1987

Trainera de Santoña 1990